sábado, 8 de marzo de 2014

EL LAZARILLO DE TORMES


LA NOVELA PICARESCA: EL LAZARILLO DE TORMES

Este género se consolida con la aparición en 1599 de la segunda novela picaresca: Vida de Guzmán de Alfarache, obra de Mateo Alemán.

Características de la NOVELA PICARESCA:

Existencia de un personaje que es el pícaro (o pícara). El pícaro es un personaje sin oficio conocido, entre cuyas actividades entran las de mendigar y robar; sin ninguna conciencia moral, vive a costa de los demás y llega a caer en la delincuencia, pero suele ser víctima de sus propios ardides.

El protagonista de una verdadera novela picaresca tiene que narrar su propia vida en primera persona (AUTOBIOGRAFÍA). Es decir, tiene que contar su vida desde el presente inmediato (cuando es adulto) remontándose a su niñez. Si os fijáis, cuando uno recuerda parte de su vida anterior, siempre la contamos desde la perspectiva de hombre adulto, no desde la perspectiva que teníamos cuando éramos niños; por tanto, en la novela picaresca se unen esas dos perspectivas: la del pícaro maduro y la del pícaro niño (el pícaro que “se hace”).

El pícaro siempre es hijo de padres “sin honra”.

Se ve obligado a abandonar su hogar por la pobreza y suele pasar hambre.

Sirve a varios amos (episodios continuados, uno detrás de otro).

EL LAZARILLO DE TORMES

El Lazarillo de Tormes, PRIMERA NOVELA MODERNA

La importancia de esta novela breve, titulada Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, no consiste solo en haber iniciado el género picaresco en nuestra narrativa, sino en que con ella empieza la NOVELA MODERNA.

En efecto, hasta el Lazarillo los relatos presentaban a un héroe adulto (un caballero o un señor refinado consagrado a la vida pastoril, un príncipe, etc.) cuyos caracteres estaban ya fijados cuando el Lazarillo se publicó, y entre los que destacaba el hecho de que ese héroe anterior al Lazarillo (generalmente noble) no cambiaba a lo largo de su historia y aventuras, es decir, su personalidad se mantenía inalterable, no cambiaba su forma de ser y, por lo tanto, por muchas aventuras que tuviese ese héroe anterior al Lazarillo, no observamos en él  ninguna transformación importante de su personalidad. Este tipo de relato no es moderno.

Sin embargo, con Lázaro de Tormes se produce un cambio importante: ahora se nos presenta una vida haciéndose, puesto que narra la historia de un personaje (no noble) desde su niñez, para que entendamos  por qué, en el último capítulo, ha caído en el deshonor. De esta manera, ese personaje (por primera vez en la historia literaria, un protagonista pobre y miserable) es, en cada momento, una consecuencia de lo que ha vivido. No podríamos comprender cómo piensa y actúa en un capítulo sin saber qué le ha sucedido en el anterior y en los anteriores. Este es un RASGO NOVELESCO MODERNO.

APARICIÓN DEL Lazarillo

En 1554 se publicaron simultáneamente cuatro ediciones de la obra, sin nombre de autor, en Burgos, Alcalá, Amberes y Medina del Campo (el único ejemplar de la edición de Medina del Campo se encontró en 1992, oculto en una pared, en Barcarrota, Badajoz). Tuvo un éxito fulminante, a pesar de que muy pronto, en 1559, fue prohibida por la Inquisición. Sin embargo, continuó leyéndose porque entraban en España muchos ejemplares impresos en el extranjero.

Temas
Anticlericalismo: Cinco de los nueve amos que Lázaro tiene a lo largo de su vida son eclesiásticos y ninguno es caritativo. Son, en cambio, egoístas y avariciosos. La crítica de la corrupción del clero revela el carácter erasmista de la novela.
La limpieza de sangre y la honra: La obra critica el concepto externo y superficial de la honra que regía las relaciones sociales entre los españoles del Siglo de Oro. En esta época no hay dignidad ni honor si no se heredan con el linaje.
El antihéroe: El pícaro es producto de una sociedad invertida, donde todo está trastocado y los religiosos no viven según manda la Biblia, ni los hidalgos con nobleza. Si todo está al revés, también lo estará la mentalidad del héroe. El hidalgo le enseñó a Lázaro que el honor era pura apariencia superficial, y por consecuencia Lázaro se creyó honrado sólo por la ropa que llevaba.
Ironía en cuanto al concepto del honor: Lázaro ignora los rumores y las sospechas que su mujer le está engañando con el clérigo porque está contento en su situación. No le falta comida ni bienestar.
Las dos Españas: Vemos la gloriosa e imperial en la honra superficial, y la real de esta época, que es doliente y deshonrada.

 

ESTRUCTURA DE LA OBRA

El pregonero Lázaro de Tormes narra su vida, desde que nace en Tejares (Salamanca) hasta que ejerce aquel oficio en Toledo. La obra está dividida en un prólogo y siete tratados.

PRÓLOGO: La obra comienza con un prólogo en que Lázaro de Tormes, pregonero de Toledo, dirigiéndose a un desconocido vuestra merced, confiesa su decisión de alcanzar fama contando su vida entera, para que sirva de ejemplo de cómo, con voluntad, se puede salir adelante (se trata de un prólogo sarcástico en el que se burla del afán de alcanzar la fama: hasta la pretende él, que ha llegado al poco envidiable oficio de pregonero y al estado de maridillo deshonrado).

Los tres primeros tratados están unidos por el tema del hambre:

TRATADO I: El protagonista sirve a un ciego tacaño y mezquino, a quien tiene que engañar para poder comer; al entrar a servirle es un niño inocente, pero a su lado aprende toda suerte de malicias, y cuando lo abandona sabe ya más tretas. Recordar los siguientes episodios con el ciego: episodio del toro de piedra; episodio de la jarra de vino; episodio de las uvas; episodio de la longaniza, episodio final de la venganza de Lazarillo.

TRATADO II: En este tratado, Lázaro sirve al cura de Maqueda (Toledo), un clérigo avariento que lo mata de hambre y a quien tiene que robar los panes que le daban los fieles cristianos, sobre todo Lázaro los roba con gran ingenio (episodio del arca y la llave, la falsa culebra, los garrotazos finales). Este clérigo es, pues, peor amo que el ciego; y Lázaro critica así en su relato la avaricia de algunos clérigos y su inhumanidad.

TRATADO III: Cuando ya parecía que no cabía más ruindad, Lázaro sirve a un escudero (un hidalgo sin fortuna) en cuya casa no hay absolutamente nada; pero este hidalgo lo trata bien, frente a la crueldad que mostraron con él los dos primeros amos. Lázaro, en este tercer tratado, siente piedad por el escudero y mendiga para alimentarlo (de esta manera queda ridiculizado en la obra el orgullo de quienes aparentaban ser de casta superior y eran, en realidad, unos pobretes). Pero, además, este tratado, el más importante de todos, permite contemplar el sentimiento de humana solidaridad que mueve a Lázaro, en contraste con la presunción de aquel hidalgo fantasmón.

TRATADO IV: El tiempo pasa, Lázaro va creciendo, y ya no sufre hambre con el cuarto amo. Este tratado es brevísimo: un apunte anticlerical que toca el tema de la homosexualidad.

TRATADO V: En este tratado, Lázaro no actúa como protagonista, sino que se limita a contemplar, asombrado, cómo un eclesiástico, vendedor de bulas (privilegios que el Papa concedía a quienes las compraban; eran como certificados que, por ejemplo, permitían comer carne a los cristianos en períodos no permitidos; estaban, supuestamente, firmadas por el Papa) engaña a unos incultos y crédulos aldeanos. Harto de ambos amos, Lázaro los abandona cuando se cansa de ellos. De esta manera continúa la crítica anticlerical.

TRATADO VI: También muy corto, habla de su servicio a un maestro de pintar panderos. También sirve Lázaro en este tratado a un capellán, que lo empleaba como aguador. Con este último ahorra sus primeros dineros, que emplea para comprarse unas ropillas que mejoren su aspecto. Lázaro, pues, empieza a situarse en el mundo de los que aspiran a ser algo.

TRATADO VII: Por fin, tras servir como auxiliar de un alguacil (oficio que deja pronto por considerarlo peligroso), obtiene el cargo de PREGONERO REAL. Ahora lo protege un ARCIPRESTE, el cual lo casa con una criada suya que era su amante; esto da mucho que hablar en Toledo (el CASO que se comenta en el prólogo y al final del libro).

Su largo “aprendizaje” (aprendizaje de la vida) ha terminado: ya puede aceptar la deshonra como una especie de triunfo.

Si nos fijamos bien, toda la obra muestra el cumplimiento de una profecía: el ciego, en el tratado I, episodio de la jarra de vino, dice a Lázaro. “Yo te digo [...] que si un hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que serás tú”. Y, efectivamente, Lazarillo alcanza su “ventura” cuando conoce al arcipreste de San Salvador, cuyos vinos pregonaba por Toledo para venderlos (tratado VII).


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